Tuesday, March 27, 2007

El fin de la noche

Habría que llegar hasta el fin
de la noche. Atravesarla y resistir.
Sólo por el hecho de resistir, luchar
contra el cansancio. Sentir los ojos que
pesan, el cuerpo que se desdobla como
si nos mirara desde afuera. Sentado
frente a nosotros. Porque
ella mira todo con desesperación, des-
de la desesperación... Las lágrimas
son saladas y tibias; ahora lo descubre, ¿cómo
no lo había notado antes?... Habría que
llegar hasta el final de la noche. Resistir.
Probarse. Superar el estado del cuer-
po. Recibir el amanecer con el miedo
del atardecer. Como el principio de lo
que se termina. Salir del cuerpo. Sa-
lirse de lo que se agota. Llegar hasta el
hambre. Tocar el vacío, ¿cuál es mi noche?
¿cuál es mi tiempo? El que encapsula
todas mis voces?... Es un sufrimiento
sin dolor. Aúllo. Escribo para callarme.
Es un hallazgo. Una silenciosa aceptación.

Monday, March 26, 2007

Demasiado azul

Ella era parte de su vida con
la sensación de haber estado allí siem-
pre... Con la familiaridad de ser
una más de las cosas que la rodeaban.
Yo respiro los momentos, parecía de-
cir... Cada tanto me sobresalta mi
presencia, mi pequeña existencia, como
una música inesperada que irrumpe de pronto
en el silencio, quebrándolo...
Yo soy parte de todas las cosas, respiro a su
ritmo. El cielo es gris azulado porque
todo está demasiado quieto. Es un deste-
llo de alegría y plenitud lo que me reco-
rre... Yo quisiera quedarme allí en ese
instante para siempre, en la breve
sensación de felicidad, de dicha... Fugaz.
Fugaces y profundos son los momentos
como una escalera de música vertical
y ascendente. Tan bellos que duelen.
Todo pasa por la sensación. Por el
cuerpo. Es muy verde
y húmedo el placer. Un escalofrío. Una
sequedad en los ojos. Cierta hermosa angustia
prolongando la mirada sobre el
deseo. Somos presencias voraces que habi-
tan un resquicio sin sentido. Nos cruza-
mos. Constatamos ausencias. Buscar no es
encontrar. Yo hallé mi noche en el
fondo de un recóndito abismo. Mis pasos
siguieron huellas de miradas, señales
por el camino.
Yo recupero mi verdad
como un tesoro entre mis manos
en la espesa niebla. Veo a través.
El cielo es demasiado gris.
Demasiado azul.

Luciérnaga

Miró con atención como si tratara de
dilucidar ruidos distantes. Entornando los ojos.
La luz cubría las superficies del día
con traslúcida textura. No hay nada más profundo
que el silencio de la soledad. En mis
ojos hay una constante luciérnaga
fosforescente que aletea. Es la
impermanancia de las cosas. Y su intermitente luz.
Nada es lo que parece ser. Yo recuerdo una
mueca difusa, un presente con algo de desen-
canto. El tiempo gira su cabeza como una
lechuza... Una y otra vez veo esa mancha roja
que se extiende en el piso, que me va a
tocar. El futuro es un lobo que pisa los
talones. La noche persigue al día como si
quisiera alcanzar sus alas desgastadas
de ceniza, de etéreo algodón de azúcar.
Días de calor húmedo, de azúcar húmeda...
Me resisto a reconocer la verdad.

Thursday, March 15, 2007

La araña

Ella es un cielo, un impre-
sionante cielo en tensión, a punto de
estallar en lluvia, un cuerpo
al borde,
a punto de estallar en
lágrimas. Noches de mi silencio.
Yo fuí el secreto que atrave-
só tu ausencia. La impalpa-
ble presencia del recuerdo. Un
velo de luz, misterio de
las cosas más simples, su
esencia. Ella está conteni-
da, detenida en un momento
más pequeño, más efímero que
una brizna de luz. La niebla
que cubre las cosas también
es algo contenido. Ella es
una araña que se queda quiete-
cita y vigilando, acechando todo
lo que la rodea. Una araña
cristalizada en el instante
de luz. Con su tela teje
ágiles dibujos en silencio.
Luego la lluvia se llevará
algunas cosas, para que el
sol más tarde se pose, acari-
ciando los hilos con su calor.
La araña se presenta
poseyendo todo con su mirada.
Es el misterio, no dejando lugar
al misterio. Como la sensación
de acercarse llega al cuerpo
y éste es internamente
movilizado por extrañas
fuerzas, una impaciente
ansiedad...
Me invade súbitamente la
impresión de estar más
viva que nunca, en una
vibrante intensidad... La
emoción no me rodea, me
atraviesa, fluyendo como un
eléctrico río por todo mi
cuerpo. Traslúcido, profunda-
mente blanco, escondido bajo
inmensas nubes a punto
de estallar.

Barquillos de nuez

Ella recupera su pequeña vida como
una exhalación... Es un pajarillo frágil
con su plumín imperceptible entrelaza-
do en una jaula de huesos. Los ojos
tocan las esquinas imposibles como
barquillos de nuez en el agua. Tocan
el borde y vuelven en el impulso... Cómo
es posible que te ame tanto? Cómo
es posible que no pueda poseer todo
el silencio que te abarca? Contengo
la respiración, es un juego de niños, un
juego de acercarse y alejarse... apa-
recer y desaparecer. Pero luego viene
la humedad de la noche que nos va
cercando como los hocicos de los gatos.
Respira a nuestro lado. O irrumpen
violentos los ruidos opacos del día.
No es cierto. Nada ha cambiado. Es todo
una misma sensación. El sol sobre
las cosas, el aire filoso. El pensa-
miento es más fuerte, se antepone,
eclipsa toda acción. Es una melaza,
un pesado barniz sobre todo movimiento.
¿Dónde está la niña que con su canción
recogió las imágenes del pasado? Hay un
tiempo para todas las cosas. Hay un
tiempo para todo. Yo toco las texturas
como ciega, ciego papel que fluye en una
cascada fresca y burbujeante. El cami-
no es hacia adelante. Ella susurra
una canción para dormirse. Tengo la
certeza de que todo será así para
siempre.

Un capullo

De su corazón se desprendía una fuerza
incontenible que la hacía suavemente
firme, resistente. Una mirada fuerte,
segura. La extraña alegría, como un
capullo, de estar viviendo una vida
secreta, en íntima soledad. Ese mismo
corazón era el que había acogido todos
los atardeceres más implacables. Los que
se sentían en la piel como un escozor,
la emoción de lo que se termina...
Tal vez no tenga que ser así, quizás
aquí se termine todo, antes de haber em-
pezado lo que podría ser... Yo pensaba
esto una y otra vez, entrecerrando los ojos
por la agresividad del cielo. Todo lo que
no es capaz de amar, lastima inútilmente...
Llevo mi emoción arrastrándola a través
de los días y éstos se hacen largos por su
peso. Porque los días no pasan, el tiempo
se detiene cuando una imagen queda
instalada entre los párpados. Todo se
hace crudo, enceguece con su brillo de
verdad. Otoño, tibia luz: Será mejor
que lo olvides todo.

Esa bella música

Ella experimentó un intenso placer,
como una muerte lenta, como una profunda
caída. Bello y retardado. Luego quedó fija,
mirando las cosas a su alrededor
o dejando que ellas la observaran, esmal-
tadas sutilmente en grave silencio.
Yo junté mis pedazos en el instante,
como reforzando todo lo anticipado. Toqué
la realidad en la pared rugosa y fría.
Plegué las sombras tras de mí.
Ambos perseguimos esa bella música
que hacen los cuerpos transformados. El
querido perfume que exhala la piel.
Agua de azahar, frescos juncos que besan
la superficie en una caricia. ¿Dónde
quedó esa noche que persigo, que añoro, que
despoja sus imágenes una y otra vez? ¿Dónde
está el lugar de la profunda caída, del
grave silencio? ¿Dónde ese querido perfume?
No pasó nada y pasó tanto por donde
ahora sólo hay etéreos laberintos de
pensamiento... Las manos entrelazadas
se aferran, buscan el futuro. Yo retorno
a mí, reconozco mi respiración, el soplo
de vida de todas las cosas.

Una pared de jabón

Ella se sentía distanciada de los otros.
Como separada por una mullida pared
imaginaria de dulce olor a jabón. Olor
penetrante, persistente. Un olor que embria-
ga. Yo recuento los destellos del día, los
delgados trozos de lino liviano al sol,
los húmedos pasillos de un caserón gigante.
La ropa limpia en el cuerpo tiene un sabor
agradable, una nostalgia de inocencia.
¿Cómo era eso de crear los momentos
hacia adelante?... Yo siento que trago
arena. Una tierra roja, terracota. Porque
la noche siempre llega
y no es ingenua. Hay muchas más de mí
que se revelan. De a poco, solapadas.
Una, dos, más voces. Como pequeños mila-
gros refulgentes. Niña, amante, noche...
Madre, princesa, criatura.
¿Dónde están los niños? Los niños
aquellos que cantaban una canción ya
olvidada?... Dónde están los caminos
por los que transitaron los sueños?
Recuerdo el fuego de entonces, el ardor,
el intenso reflejo del calor en la frente...
Viento caliente y loco. Es la pared de
jabón que se derrite. Son los otros.

Monday, March 05, 2007

Canto submarino

Ella recorre las manos del
silencio. Está cansada
de absorber el humo de los
otros. Apenas hay luz. Luz
en los rostros que se adormecen.
Todo no es más que un ador-
mecerse en el balanceo. Un mur-
mullo circular en torno a la
verdad. La verdad es un espejo.
O es nuestra propia sombra
reflejada. Pero la palabra
siempre avanza, nunca sabe
adonde va a ir a parar. Yo
tomo los momentos, los desenvuelvo
y los pongo unos frente a otros.
Es un extraño dominó. Un
juego de apariencias. No, lo
extraño es estar así tan callada...
Encapsulada en un enorme
submarino de silencio. Hay
voces, pero no las siento. Hay
ruidos, pero no me tocan. Las
cosas no llegan a mí. ¿Qué hago
con todo este silencio que me mira?
Observo los rostros y sus bocas parlan-
tes en la tenue luz. Y el humo que
los rodea. Yo estoy en
otro lugar. Mi imagen es la de un
hombre que se lanza al vacío
para resignificarse. Me lanzo, vuelvo
a mí. No estoy allí. Estoy
en mi imagen. Soy lanzada a
la luminosa representación de
mi ser en el vacío. Soy la nada.
Soy el vacío. Soy todo. Soy, estoy
siendo ahora en este inmenso
canto submarino de silencio.